Chuparse el dedo: un hábito no tan tremendo
Muchos padres lo padecen hasta el punto de angustiarse, de enojarse y de perseguir al niño/a con una serie de frases repetidas tipo disco rayado que, lejos de ayudar –y esto conviene tatuárselo en el cerebro- empeoran la situación. “ Sacate el dedo de la boca, basta de chuparte el dedo, dejá a ese dedo en paz” y otras decenas de construcciones sintácticas que significan lo mismo. De bebé nos parece simpático, sin embargo, a medida que pasan los años, tanto a uno como al resto de las personas que nos rodean –los mortificadores seriales- nos comienza a resultar preocupante. ¿Se le van a deformar los dientes y la boca? ¿Cómo hago para que deje de hacerlo? ¿Acaso se convertirá en un/a grandulón/a que se chupa el dedo? ¿Por qué se lo chupa? Lo primero para dejar bien claro es que no se trata de una conducta genética, hereditaria ni patológica, sino que es, en esencia, un reflejo innato que permite la alimentación , que provoca placer y que con el paso del tiempo puede tomar o no o